“¿Por qué tienen miedo?¿Aún no tienen fe?“
Job 38, 1. 8-11; Sal 106; 2 Cor 5, 14-17; Mc 4, 35-41.
La magia y la superstición esclavizan al hombre porque lo someten a través del miedo. De este miedo viven (y muy bien) muchos brujos y dirigentes de movimientos pseudorreligiosos. El miedo ciega a los hombres, los paraliza. Por el contrario, la fe verdadera libera porque coloca a los hombres en el camino de la confianza en Dios.
En el pasaje que leemos hoy, Jesús, que va con sus discípulos en la barca en medio de una tempestad, nos aclara este asunto: ¿Por qué son tan cobardes, les dice, acaso no tienen fe? Es decir, lo opuesto a la fe no es ni el ateísmo, ni el agnosticismo, sino el miedo, la desconfianza. Cuando falla la fe, el mundo se vuelve indescifrable, el dolor no tiene explicación, los problemas no tienen solución. Nos sentimos a merced de un destino fatal que nos envuelve y nos devora. La fe en Dios y la aceptación de su proyecto nos explican el mundo, le dan sentido y dirección a la vida con sus tempestades.
La fe no es ceguera, no es oscuridad. Por el contrario, es claridad para caminar confiados en que Jesús va con nosotros en la barca y que, con él a bordo, nada está perdido, todo tiene posibilidades. La fe es la certeza de que la vida y la luz siempre nos esperan al final de las tormentas.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
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