“Enseguida brotó sangre y agua”
0s 11, 3-4. 8-9; ls 12; Ef 3, 8-19; Jn 19, 31-37.
Es una bella fiesta la que hoy celebramos. Celebramos una feliz realidad y un gran misterio. Dios es puro e infinito amor, lo sabemos bien y lo experimentamos a diario. Pues bien, ese amor infinito y eterno se trasluce y se manifiesta, de manera eminente, en el corazón de Jesús, el Dios hecho carne, el Verbo eterno que puso su tienda entre nosotros. En Jesús
Dios nos ama con un amor humano. ¡También el amor se encarnó y actúa desde el corazón de Jesús!
La compasión que siente Jesús por los pobres y los enfermos, la ternura que muestra con los pecadores y las mujeres marginadas, es la compasión y la ternura de Dios actuando en favor nuestro. Su gran sensibilidad que se conmovía ante todo sufrimiento e injusticia y lo movía para consolar, aliviar, defender, está mostrando la sensibilidad y la misericordia de un Dios compasivo.
“La Iglesia tiene un corazón, un corazón ardiente de Amor. Sólo el Amor impulsa a la acción a los miembros de la Iglesia… Comprendí que el Amor es todo, que se extiende a todos los tiempos y a todos los lugares… en una palabra, que el Amor es eterno” (Sta. Teresa de Lisieux).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
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