“Los mandamientos del Señor alegran el corazón”
Sir 51, 17-27; Sal 18; Mc 11, 27-33.
En este evangelio vemos a los escribas y fariseos cuestionar a Jesús. La pregunta que le hacen en el Templo, muestra su preocupación no por la doctrina de los textos sagrados, sino por la autoridad con que Jesús hace lo que hace.
La pregunta sobre la autoridad de Jesús escondía una trampa: Si Jesús decía que la autoridad la recibió de Dios, lo acusarían de blasfemia; si decía que lo hizo con su propia autoridad, lo desacreditarían y lo tacharían de fanático. Jesús, al descubrir que sus intenciones reales eran librarse de él porque les mermaba su autoridad, les respondió con otra pregunta acerca de Juan el Bautista.
Con esta postura, los escribas y fariseos confirman su ceguera, que no les permite reconocer el nuevo orden de cosas que llega con Jesús; se niegan a cambiar y se mantienen en la misma postura de la higuera que no da frutos. Así, Jesús cuestiona los conceptos de los hombres que se apoyan en autoridades meramente humanas.
Hoy el Señor nos enseña que su autoridad no es un dominio, ni una fuerza opresiva, sino una autoridad de amor que genera libertad.
Nos podemos preguntar: ¿Somos de Dios, buscamos su luz?, ¿o, por el contrario, nos dejamos llevar por otras cosas?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Arzate Macías C.M.
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