“La gloria del Señor sobrepasa cielo y tierra. Aleluya”

Hech 17, 15-16. 22-18,1; Sal 148; Jn 16, 12-15.

La Palabra de Dios nos recuerda hoy, a nosotros, seguidores de Cristo, que el Espíritu Santo es en verdad el protagonista de la misión de la Iglesia. Esto nos remite al episodio del cenáculo, donde Jesús realiza el gesto tan expresivo de “soplar” sobre los apóstoles diciendo: “Reciban el Espíritu Santo”.

Bajo ese soplo se desarrolla la vida de la Iglesia, que anuncia el Evangelio gracias a la presencia y a la fuerza salvífica del Espíritu. Al dirigirse Pablo a los atenienses para hablarles del Dios desconocido, no lo hace sólo con palabras, sino también con poder y con el Espíritu Santo.

Evangelizar con la fuerza del Espíritu quiere decir estar revestidos de la fuerza que se manifestó de modo supremo en la actividad evangélica de Jesús, en la valentía de los Apóstoles, que hablan de Jesús sin miedo y maravillando a los oyentes, al ver que eran hombres sin instrucción ni cultura. Esta fuerza del Espíritu es más necesaria que nunca para el cristiano de nuestro tiempo, a quien se le pide que dé testimonio de su fe, anunciando la verdad de Cristo “a tiempo y a destiempo”.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Arzate Macías C.M.