Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor. Aleluya
Hech 13, 13-25; Sal 88; Jn 13, 16-20.
Jesús toda su vida nos mostró que amar y servir están estrechamente unidos. No puede existir una virtud sin la otra. La caridad puede más que los defectos de las personas, que la diversidad de caracteres, que todo aquello que se pueda interponer en nuestro trato con los demás.
Pidamos hoy a la Virgen, nuestra madre, que nunca guardemos pequeñas o grandes ofensas, que causarían un enorme daño a nuestro corazón, a nuestro amor al Señor y a la caridad con el prójimo.
Tomemos el ejemplo de Santa Catalina de Siena, que hoy celebramos, de ser valientes para exponer nuestras ideas aun cuando no sean del agrado de todas las personas y ser fieles al Señor hasta el final de nuestra vida.
Aprendamos de los Apóstoles a recomenzar, una y mil veces, si por cualquier motivo tenemos un momento de desfallecimiento o de cobardía.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Alicia Duhne
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