En tiempos de peste decía San Vicente de Paúl a los Padres de la Congregación reunidos en una de sus Conferencias: ¿Y qué es lo que han sufrido en aquel país? ¿El hambre? Reina allí por doquier. ¿La peste?… Entreguémonos a Dios… para ir por toda la tierra a llevar su santo evangelio; y en cualquier sitio donde él nos coloque, sepamos mantener nuestro puesto y nuestras prácticas hasta que quiera su divina voluntad sacarnos de allí. Que no nos arredren las dificultades… La salvación de los pueblos y nuestra propia salvación son un beneficio tan grande que merece cualquier esfuerzo, a cualquier precio que sea; no importa que muramos antes, con tal que muramos con las armas en la mano; seremos entonces más felices, y la compañía no será por ello más pobre, ya que sanguis martyrum semen est christianorum (Sangre de mártires es semillas de cristianos). Por un misionero que haya dado su vida por caridad, la bondad de Dios suscitará otros muchos que harán el bien que el primero haya dejado por hacer (Obras Completas. Conferencias/3. 1632/1659. IX, p. 290.).
Llevando en mente estas iluminadoras palabras de San Vicente de Paúl y con su acostumbrado trabajo misionero que la ha caracterizado con más de 20 años, los misioneros de la Escuela de Teología San Vicente de Paúl se dieron cita en el Seminario Vicentino (en ese lugar está la sede de esta rama vicentina llamada: Escuela de Teología San Vicente de Paúl.) ubicado en el Barrio San Jacinto a las 8:30 a.m. Emocionaba observar a los hermanos cargando además de sus pertenencias y materiales de trabajo, los paquetes de ropa, alimentos, calzado en los compartimentos del microbús que los conduciría al Departamento Chalatenango [su lugar de misión]. Todo era algarabía y emoción, carcajadas y sanas bromas, hasta que por fin a las 9:30 a.m. haciendo antes una breve oración dirigida por el Padre Luis Antonio González Palacios partieron confiados en Dios, en el microbús alquilado entre todos.
Llegados al desvío conocido como Salitre, en la Reina, se dirigieron hasta llegar a las 11:45 a.m. al Cantón Aguacayo, centro de operaciones de los misioneros. Recibidos por la coordinadora de la Comunidad de Aguacayo, se hizo una oración de acción de gracias por haber llegado con bien, posteriormente almorzaron al estilo misionero.
Por instantes el Covid 19 parecía desaparecer de la mente de todos, invadidos como estaban de esa alegría que solo el Espíritu Santo regala cuando se trabaja en las misiones. Luego del almuerzo, satisfechos y felices se dispusieron a ponerse manos a la obra, lo primero fue repartir tareas: Entregar folders de trabajo; bajar maletas de donativos; y repartirlos en cinco grupos, [las cuatro comunidades a misionar Las Peñas, El Tigre, Aguacayo y La Montañita; además se envió dos misioneras al Pepeto, Nohemy y Candelaria oriunda de Totonicapán, Guatemala, para misionar en esa área, junto al Padre Ramiro Landaverde], se continuó con la reunión final para ultimar detalles con los agentes de pastoral del lugar, miembros de las cinco comunidades a misionar, entrando pronto en fraterna comunión mientras planificaban y corregían horarios de actividades y celebraciones eucarísticas de la Semana. Se hizo presente un momento el padre Lino, quien saludó a los misioneros para agradecerles su entrega a realizar la misión durante la Semana Santa.
Después, pasaron al templo a celebrar la Santa Misa de envío, aproximadamente a las 5:30 de la tarde, momentos después, cada equipo misionero partió a sus respectivas comunidades guiados por los agentes de pastoral de cada lugar.
Se percibió desde ese momento una Misión diferente a las anteriores en la que la Escuela ha participado, porque los agentes de pastoral tienen formación, están organizados, habían presentado su plan de la semana… por eso se recalcó que los misioneros acompañarían el proceso de cada comunidad, incluyéndose en cada labor, metiendo el hombro en algún momento, haciendo la labor del visiteo y compartiendo las diversas celebraciones. El trabajo de los misioneros fue arduo; algunas veces trasladándose en motocicletas; otras en pick ups cuyos dueños transportando algún producto en la misma dirección en la cual iban los misioneros, amablemente los llevaban; y en otras ocasiones, los misioneros eran vistos caminando, muchas veces por caminos poco transitados, generalmente pedregosos y polvosos.
El visiteo casa por casa era realizado durante toda la mañana. Los moradores de los pueblos esperaban su llegada con el anuncio de la Buena Nueva y la invitación para sumarse a la Santa Misa [en algunos casos a la celebración de la palabra], a las procesiones y al Triduo Pascual. Los misioneros contentos y presurosos caminaban con el objetivo de abarcar más casas; y si sedientos estaban, tomaban agua en algún pocito. Por la tarde tenían lugar las actividades como los retiros con niños, jóvenes y adultos, seguidos por la Eucaristía o Celebración de la Palabra y la procesión del día.
Después del Domingo de Ramos celebrado el domingo 28 de marzo, la reflexión de temas ocupó tres días de la semana: lunes, martes, miércoles; además de reflexionar sobre temas cuaresmales se vivió una experiencia de fraternidad y comunidad. De esta manera, entre el visiteo casa por casa y las celebraciones de la tarde inició el Triduo Pascual.
Tiempo de Misión en tiempo de pandemia: en las diversas ceremonias los fieles llegaron en número bastante significativo a pesar del temor provocado por el Covid 19. Las normas de seguridad dictadas por el Ministerio de Salud fueron obedecidas: Jabón gel, uso de mascarillas y prudente distanciamiento. De igual forma, el protocolo elaborado por los Obispos de la Provincia Eclesiástica de El Salvador fue seguido en detalle: Tomar la eucaristía en la mano; saludo de paz a la distancia; entrada, salida y fila para la Eucaristía hacerlo en orden y guardando la distancia marcada. Un resto prefirió quedarse en casa, entre ellos los hermanos mayores de edad y personas enfermas.
El viernes Santo la gente salió a vivir el Vía Crucis, cargaban una cruz elaborada del árbol de jiote y así con su peso a cuestas rezaron y reflexionaron sobre la pasión del Señor en cada una de las estaciones, terminando con un bello canto de penitencia. En la tarde a las 3 p.m. la Celebración de la Pasión y adoración de la Cruz. En la noche, el reencuentro de todos fue para celebrar el Santo Entierro del Señor. La misma o tal vez, mayor devoción del pueblo quienes al terminar se retiraron en un silencio respetuoso a sus casas, recomendando los sacerdotes ir en actitud de oración y espera de su resurrección el siguiente día.
El sábado fue grande la algarabía de la gente: ¡JESÚS RESUCITO! ¡TRIUNFÓ SOBRE LA MUERTE Y EL PECADO! Misterio de amor y salvación que la gente celebró devotamente en la Vigilia Pascual; y al siguiente día, por la mañana fue celebrada la Eucaristía de Resurrección, las 7 a.m. en Aguacayo, allí los misioneros se concentraron nuevamente para despedirse de la comunidad, para salir nuevamente a San Salvador tomando sus maletas y regresando a sus hogares con el corazón lleno de una rica experiencia misionera. El Padre Luis Antonio González fue el único que se quedó para celebrar en Las Peñas, El Tigre y La Montañita, para regresar por la tarde con el Padre Ramiro Landaverde.
¡FELICES PASCUAS DE RESURRECCCIÓN!
Por Claudia Rivera
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