Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Aleluya
Hech 5, 27-33; Sal 33; Jn 3, 31-36.
Después de la Resurrección, los apóstoles fueron perseguidos y muchas veces encarcelados. Se les prohibía predicar y enseñar de ningún modo en el nombre de Jesús. Sin embargo, ellos demuestran con su conducta la firmeza de su fe, lo hondo que han calado en ellos las enseñanzas de Jesús después de haber recibido el Espíritu Santo.
Hoy también el Señor pide a los suyos la fortaleza y la convicción de aquellos primeros seguidores cuando, en algunos ambientes, se respira un clima de indiferencia o de ataque frontal, más o menos velado, a los verdaderos valores humanos y cristianos.
La protección efectiva de los bienes fundamentales de la persona, el derecho a la vida desde la misma concepción, la protección de la familia, la igualdad de oportunidades en la educación y en el trabajo, la libertad religiosa, etc., forman parte del bien común por el que debemos luchar los cristianos.
La pasividad ante asuntos tan importantes sería en realidad una lamentable claudicación y una omisión, en ocasiones grave, del deber de contribuir al bien común.
Oremos al Señor para que nos de la fortaleza de ser sus verdaderos testigos en el Amor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Alicia Duhne
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