Durante este día, la Iglesia permanece en ayuno yoración, junto al sepulcro del Señor, esperando su resurrección.
El cuerpo de Jesús yace en el sepulcro. El mundo ha quedado a obscuras. María era la única luz encendida sobre la tierra.
Ahora ha pasado todo. Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos ha rescatado. Tú y yo hemos sido comprados a gran precio.
Hemos de hacer nuestra la vida y la muerte de Cristo para, así, seguir entonces sus pasos con afán de acompañar y servir a nuestros hermanos.
No sabemos dónde estaban los Apóstoles aquella tarde, mientras daban sepultura al cuerpo del Señor. Quizás la misma tarde del viernes han acudido a la Virgen. Este sábado, que para todos fue triste, para ella no lo fue. Ella aguardaba seguramente el momento de la Resurrección.
Siempre, pero de modo particular si alguna vez hemos dejado a Cristo y nos encontramos desorientados y perdidos por haber abandonado el sacrificio y la Cruz, como los Apóstoles, debemos acudir enseguida a esa luz continuamente encendida en nuestra vida que es María. Ella nos devolverá la esperanza.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Alicia Duhne
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