“Gracias Señor, por tu sangre que nos lava”
Ex 12, 1-8. 11-14; Sal 115; Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15.
Este Jueves Santo nos trae el recuerdo de aquella Última Cena del Señor con los Apóstoles antes de su tránsito al Padre. Las lecturas del día se entrelazan para mostrarnos el gran amor de Dios, que no nos abandona, que quiso quedarse con nosotros para siempre en la Eucaristía. Al mismo tiempo, al lavarle los pies a sus discípulos, nos muestra cómo debemos corresponderle sirviendo a los demás.
Meditemos el gran amor de Jesús por cada uno de nosotros, que nos amó hasta el fin y cómo estamos correspondiendo, en el trato constante con Él, en la caridad con los demás, en la preparación y acción de gracias de la Sagrada Comunión y nuestro afán de hacer nuestra su misión.
En la última noche junto a Jesús, los apóstoles gozaron de la presencia sensible del amigo que se entregaba a ellos y a todos los hombres. También nosotros, esta tarde, cuando vayamos a adorarle públicamente en el monumento de cada templo, nos encontraremos de nuevo con Él, que nos ve y nos reconoce. Podemos hablarle como hacían los Apóstoles y contarle nuestros sueños y lo que nos preocupa, y darle gracias por estar con nosotros, y acompañarle, recordando su entrega amorosa..
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Alicia Duhne
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