El comienzo del año 2021 no trajo la esperanza tranquila que esperábamos. En estos meses, todos hemos conocido el impacto de la enfermedad, la ausencia y el desamparo; con el corazón en la mano, lo hemos oído latir infeliz y, en ocasiones, vacilante. Sentimos que se nos para el corazón, perplejos por el miedo, por los pitidos de las máquinas del hospital que se reproducen en la televisión, por una soledad insuperable a pesar de los teléfonos móviles, por no saber qué hacer.
Dejemos que estos versos de Miguel Torga nos impiren durante un momento:
Vuelve a empezar….
Si puedes
sin angustia
y sin prisa.
Y los pasos que des,
en ese camino duro
del futuro
dalos en libertad.
Mientras no alcances
no descanses.
De ningún fruto quieras sólo la mitad.
Y, nunca saciado,
ve cogiendo ilusiones sucesivas en el vergel.
Siempre soñando y viendo
el logro de la aventura.
¡Eres hombre, no te olvides!
Sólo es tuya la locura
en que, con lucidez, te reconozcas…
Léelos de nuevo, sea lentamente, sea apresuradamente.
Recémoslos despacio, o con ansia de llegar al final. Es a nosotros a quienes se dirigen estas palabras, es para nosotros el imperativo: volver a empezar…
Muchos de los poemas de Miguel Torga (1907-1995) aparecen en las páginas de su Diario (16 volúmenes, 1941-1993), mostrando una conexión indeleble entre la poesía y la vida. Como si la poesía fuera la clave para leer lo que nos pasa, como si la poesía iluminara nuestras dudas y resolviera la maravilla de estar vivos.
Este poema se titula «Sísifo» (1977) pero no lo traigo aquí para hacer una lectura de los mitos clásicos en Miguel Torga. Es más bien porque lo redescubrí hace unas semanas y quería compartirlo con vosotros; quizás lo sintáis como un bálsamo, ahora que hemos doblado la curva de todo un año de paradas y reinicios, de búsqueda del equilibrio, a veces lleno de esperanza, a veces sin voluntad, a veces sin saber.
¿Cómo quitarle a estos días la prisa y la angustia que nos impiden volver a empezar? ¿Cómo podemos preparar nuestros pasos para este duro camino, si ya nos duelen las piernas, si ya nos lastima el camino?
El comienzo del año 2021 no trajo la esperanza tranquila que esperábamos. En estos meses, todos hemos conocido el impacto de la enfermedad, la ausencia y el desamparo; con el corazón en la mano, lo hemos oído latir infeliz y, en ocasiones, vacilante. Sentimos que se nos para el corazón, perplejos por el miedo, por los pitidos de las máquinas del hospital que se reproducen en la televisión, por una soledad insuperable a pesar de los teléfonos móviles, por no saber qué hacer. Y, sin embargo, si volvemos a mirar —al corazón, quiero decir—, si lo buscamos dentro de nosotros mismos, tal vez comprendamos que vivir insatisfecho puede ser una forma de vivir con deseo, como en un movimiento que nunca termina, que se construye entre el sueño y la vida, entre el deseo y el amor.
Del poema de Torga surge, como la pequeña luz intermitente de Jorge de Sena, la palabra Libertad. Ser libre es una realidad ontológica para el ser humano. En este poema, esa luz es una apelación a nuestra autonomía (que no significa estar solos o ignorar a quienes caminan y sueñan con nosotros), a nuestra capacidad de construir una buena vida a pesar de los contratiempos que inevitablemente enfrentamos.
Casi terminando el poema, un verso exclamativo: «¡Eres hombre, no te olvides!». Tu destino te pertenece, la lucidez y la locura son tuyas, y en esa sana tensión encuentras el equilibrio vital que buscas y que, entre todos los seres vivos, sólo pertenece al ser humano.
En este mes primaveral (no puedo adivinar el tiempo, pero anticipo la promesa de días más largos, de cantos de pájaros, de flores en los bordes de los caminos), deseo que sintamos el impulso que nos dejan estos (y otros) versos de Miguel Torga.
Volver a empezar es un imperativo del espíritu, pero la voz que nos habla nos conoce bien y no nos lo impone. Empieza de nuevo, si puedes.
¿Podremos?
Inês Espada Vieira
Fuente: https://www.padresvicentinos.net/
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