“Que se haga en mí, según tu Palabra”
Is 7, 10-14; Sal 39; Heb 10, 4-10; Lc 1, 26-38.
Cada año en esta fiesta de la Iglesia, las Hijas de la Caridad en todo el mundo renuevan sus Votos, en una Eucaristía que procuran, cuando es posible, sea celebrada por un padre vicentino. En el momento indicado, arrodilladas ante el Señor y en silencio, libremente hacen nuevo su compromiso de seguir sirviendo a Jesucristo en los pobres. ¡Como María!
Como María, nosotros también venimos al mundo con un propósito. Ese propósito no nos fue revelado tan dramáticamente como a ella en la Anunciación. Seguramente María fue capaz de oír tan clara la voz de Dios, porque sabía ponerse en recogimiento y en silencio. Entonces, en el mensaje que le fue dirigido, ella supo que el Señor había tomado en sus manos no sólo su propia vida, sino también el curso de los acontecimientos de la historia de la humanidad.
Constantemente tenemos miedo del vacío, de la oscuridad, del silencio en nuestro interior. Sin embargo, es ahí donde vive y trabaja el Espíritu Santo, incluso cuando nuestra oración parece más árida.
Señor, que nos demos cuenta de que cada uno de nosotros somos parte de tu plan para amar y salvar al mundo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Adrián Acosta López C.M.
0 comentarios