“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo“
Jer 31, 31-34; Sal 50; Heb 5, 7-9; Jn 12, 20-33.
“Por lo que concierne al Señor, esta es la parábola de su propio misterio. Él mismo es el grano de trigo venido de Dios, el grano de trigo divino, que se deja caer en tierra, que se deja romper en la muerte y, precisamente de esta forma, se abre y puede dar fruto en todo el mundo.
Ya no se trata sólo de un encuentro con esta o aquella persona por un momento. Ahora, en cuanto resucitado, es “nuevo” y rebasa los límites espaciales y temporales. Ahora llega de verdad a los griegos. Ahora se les muestra y habla con ellos, y ellos hablan con él; así nace la fe, crece la Iglesia a partir de todos los pueblos, la comunidad de Jesucristo resucitado, que se convertirá en su cuerpo vivo, fruto del grano de trigo.
En esta parábola encontramos también una referencia al misterio de la Eucaristía: él, que es el grano de trigo, cae en tierra y muere” (Benedicto XVI, Visita a la iglesia evangélica luterana de Roma, domingo 14 de marzo de 2010).
Señor, que sepamos morir a nuestras malas costumbres y vicios, para resucitar a una vida nueva.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Adrián Acosta López C.M.
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