“¿Qué mandamiento es el primero de todos?”
Os 14, 2-10; Sal 80; Mc 12, 28b-34.
¡Qué maravilla! Se encuentra Jesús con una persona bien intencionada que se va, ni más ni menos, a lo central de toda la Ley. Éste es un escriba que coincide con el Señor en cuanto al mandamiento más importante de todos. Entre Dios y yo mismo, el Amor, con todas mis facultades humanas, desde lo más profundo del corazón, hasta lo más externo, como son las fuerzas humanas, el sudor de la frente, el cansancio de los brazos y las piernas. Y entre Dios y yo no hay un vacío, están los demás, está el próximo. ¡Y, además, yo debo amarme! Me merezco darme la experiencia de servir a los demás, de romper la cápsula de mis seguridades, de mis rutinas, de mis impulsos de autoafirmación.
Así es que no puedo seguir refugiándome en mi oración repetitiva, distrayéndome y sin pensar en lo que estoy diciendo. Toda oración debe ser siempre mi programa de vida, el punto de partida de cada día para salir a un encuentro amoroso con los demás, especialmente con aquellos más pobres, los más ignorados.
Señor, que llegue a ser lo que Tú esperas de mí.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Adrián Acosta López C.M.
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