“No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud”

Deut 4, 1. 5-9; Sal 147; Mt 5, 17-19.

Una ama de casa, cuando cocinaba pierna al horno, le cortaba siempre un trozo por cada lado. El marido, extrañado, le preguntó por qué lo hacía; ella le contestó:  –Porque así me enseñó mi mamá. Tiempo después hubo oportunidad de preguntarle a la suegra la razón de cortar la pierna así, y la respuesta fue la misma: –Así me enseñó mi mamá. Como todavía vivía la abuela, también a ella le preguntó, y ella contestó: –Como mi horno era pequeño, le tenía que cortar un trozo de cada lado. Ya no había razón de hacer lo mismo en un horno con suficiente espacio, pero perdiendo de vista el motivo original podemos estar haciendo muchas cosas innecesarias.

Jesús les reprocha a sus contemporáneos haber perdido el “espíritu” original de la Ley, que es siempre hacer el bien, procurar la dicha del ser humano, que es hermano, que es mi prójimo. Por eso Jesús resume la Ley en amar a Dios y al prójimo como a sí mismo, en el mismo nivel de importancia.

¡Y así la Ley encuentra su plenitud!

Señor, ayúdanos a clarificar nuestra conciencia de vivir siempre de frente a Ti; no como tus seguidores escrupulosos de las reglas, sino como tus hijos muy amados.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Adrián Acosta López C.M.