“Ningún profeta es bien recibido en su patria”
2Re 5, 1-15; Salmos 41 y 42; Lc 4 24-30
San Juan de Dios nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años. De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento. En su juventud fue pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba, quien le propuso que se casara con su hija y así quedaría como heredero, pero él decidió permanecer libre de compromisos económicos y caseros, pues deseaba dedicarse a labores más espirituales. Fundó la Orden de los Hospitalarios.
Muchos logran más entre extraños que en su lugar natal. A menudo las personas locales no aceptan a uno de los suyos. Dios, sin embargo, está siempre buscando especialmente al que lo va a recibir. Es por eso que debe haber apertura de mente y de espíritu en cada uno de nosotros para que Jesús pueda actuar en nuestra vida de forma milagrosa, sorprendente, transformadora.
Señor, que aceptemos que puedes hablarnos de la forma más inesperada y a través de las personas más inesperadas.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Adrián Acosta López C.M.
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