“No conviertan en un mercado la casa de mi Padre”
Éx 20, 1-17; Sal 18; 1 Cor 1, 22-25; Jn 2, 13-25.
Si la Cuaresma es para purificar nuestra manera de relacionarnos con Dios, con los demás y con nosotros mismos; para corregir el camino que tal vez no nos esté llevando hacia una vida más libre y feliz, es conveniente hacer una revisión y preguntarnos, a la luz del texto del evangelio de hoy: ¿Qué es el Templo? ¿Qué significado tiene? ¿Qué debería aportar a los seres humanos y qué está aportando? Y más profundamente: ¿Qué es la religión? ¿Quién es Dios?
¿Cómo nos relacionamos con Él?
La verdadera religión ha de hacernos cada vez me- jores sintiéndonos amados profundamente por Dios, sin condiciones ni requisitos, gratuitamente. También la verdadera religión deberá hacernos ver que los demás son hermanos amados por el mismo Dios que me ama a mí. La gratuidad existe, somos un regalo de Dios para los demás y los demás son un regalo de Dios para nosotros. El Templo es solo un signo que nos recuerda que no todo en la vida son negocios y relaciones interesadas.
Señor, que no pongamos precio a nuestro amor, ni pensemos en poner tarifas a nuestro amor por los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Adrián Acosta López C.M.
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