“Mandó a la gente que se sentara”
Gén 3, 9-24; Sal 89; Mc 8, 1-10.
Dios puede sacar de la soledad, compañía; del desierto, agua; de la muerte, vida y de la necesidad de pan, una mesa bien aviada. Nuestro Señor lo transforma todo para bien, no hay nadie que a Él se acoja y quede defraudado. “A quien a buen árbol se acoge, buena sombra lo cobija”, dice el dicho, que en el evangelio de hoy vemos cumplido. Toda la gente que seguía a Jesús estaba segura con él. Él les garantizaba el bienestar. ¿Seremos capaces nosotros de asumir el riesgo?
La delicadeza va con la cortesía. Jesús mandó que se sentaran, tomándose su tiempo para atender a toda esa gente; no tiene prisa para despachar a la gente, está cómodo con ellos, no le estorban, no tiene prisa por irse. Les atiende a todos con ayuda de sus discípulos.
¿De qué lado me gustaría estar? ¿De los que se dejan atender por Cristo, disfrutando de cómo se interesa por saciar el hambre, o ser de sus discípulos que reparten la comida, que es signo del mismo Jesús que se entrega como alimento? Me parece que en ambos grupos salimos ganando: atendidos por Jesús o al servicio de los hermanos. Y si unimos los dos, estaremos completos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Gilberto Velarde Osuna
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