“Esta mujer era de habla griega y de raza siro fenicia”
Gén 2, 4-9. 15-17; Sal 127; Mc 7, 24-30.
Se necesita humildad, no solo la fe, para alcanzar gracias especiales. La fe la pueden tener muchos, pero la humildad no. Postrarnos ante Dios, reconocernos tal cual somos, no es tan sencillo. Esta mujer se humilla y acepta la humillación,
¿cuántos de nosotros seríamos capaces de hacer esto? ¿Me cuento entre ellos? ¿Soy humilde, me reconozco tal cual soy, con cualidades y con áreas en las que necesito crecer y mejorar? ¿Acojo todas las oportunidades en que Dios me permite practicar la humildad? ¿Qué progresos tengo en este aspecto, en esta virtud?
En una ocasión pude ver a un hombre que buscaba en la basura algo para comer, vi que sacaba unas cáscaras de plátano ennegrecidas y mordisqueaba lo que podía de ellas. Sencillamente, se alimentaba de las sobras que otros tiraban.
Eso pidió la mujer siro fenicia, las sobras. ¡Y nosotros que lo tenemos todo, por la gracia de Dios!: la luz del Espíritu por el bautismo, la gracia del perdón en la Reconciliación, el alimento de la Palabra de Dios, la Eucaristía…
¿Qué hacemos con tantas gracias? ¿Con tanto alimento? ¿Lo estamos aprovechando?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Gilberto Velarde Osuna
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