“Ninguna cosa que de fuera entra en la persona puede hacerla impura”
Gén 2, 4-9. 15-17; Sal 103; Mc 7, 14-23.
¿Cómo está mi corazón? ¿Qué sentimientos hay en él? Seguramente de todo: alegría, entusiasmo, ilusiones, pasiones, tristeza, desmotivación, desilusión, resentimientos…
Si sabemos leer nuestro corazón, escuchar sus latidos, sabremos que necesitamos purificarlo, restablecerlo, reanimarlo, fortalecerlo y sanarlo, pues de ahí saldrá tanto lo que agrade al Señor, como lo que nos haga corrompernos.
Aprendamos de Jesús a experimentar la ternura del amor de su Padre, para que nuestro corazón, alimentado por ese amor, pueda expresar amor.
Purifícame por dentro Señor, ya que tú has dicho que no es lo que entra a nuestro cuerpo lo que nos mancha, sino lo que sale del corazón. Yo soy impuro por dentro, frágil, pero tú me puedes purificar, sanar, curar, renovar y lograr que en mí solo haya amor para amar. Eso sólo tú lo puedes lograr, y quiero disponerme para que tú obres en mí. Haz tu obra en mí Señor, que yo me deje transformar por ti.
“Como la ternura de un padre con sus hijos es la ternura del Señor con los que le temen”(Sal 103, 13). No tengamos miedo de fiarnos de su misericordia.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Gilberto Velarde Osuna
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