Ana es mi nombre (poema)

por | Feb 10, 2021 | Confraternidades, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Santa Ana, Santa Ana mía
de sol a sol he recorrido tus calles.
Y cuando niña, junto a mi madre,
algunas veces, en tus calles,
la luna fue nuestro cobijo.

Al nacer tu nombre me dio mi madre
y con ello me bendijo para toda la vida.
Mi madre me heredó la fe en ti.
Señora Santa Ana
esperanza de mi corazón,
compañera de mi vida.

En tu ciudad siempre me quise quedar
para nunca estar lejos de ti.
Santa Ana, tus calles he recorrido
vendiendo huacales y trastes plásticos
de sol a sol.

Pero en tu Catedral todos los días
para terminar mi jornada
con tu bendición, al final del día,
siempre alcanzaba para pagar
un cuarto y mi comida.

Señora Santa Ana mía,
Patrona de mi corazón
refugio de mis tristezas,
testigo de mis penas.

¿Cuántas veces llegué a tus pies
llorando mis miserias
porque la vida a veces es sombría?
Pero tú siempre en el mismo lugar
me esperabas
con tus brazos abiertos,
una sonrisa
y, tu alegre corazón.

¡Cuánta desventura la mía!
Recorriendo tus calles en soledad
de sol a sol.
Una hija me diste pero al crecer
me abandonó;
se avergonzó de quién la crió.
Pero tú, Señora mía,
siempre me veías como rosa tan preciosa
que tu nombre heredó.

He envejecido, Señora mía,
y un mal día la cadera me quebré.
Ya no puedo vender huacales,
ni pagar mi cuarto, ni ganar mi comida.
Pero en mi corazón te tengo a ti
y sé que nunca me negarás tu protección.

Hoy celebramos mis 96 años,
tus muchachos y yo,
¡Cuántos ángeles has enviado por mi!
Tantas gracias te doy
porque el techo y mi comida
nunca me faltó.
Proveíste al buen corazón de un hombre
que mi “champita” siempre me prestó,
a quienes me regalaron mi camita,
a dos hermanas que cocinan para mí,
a tus muchachos que proveen mi comida,
la medicina para mi dolor y
la alegría de sus visitas.

Santa Ana mía,
a tu Catedral ya no puedo ir.
Pero tu estampa y mi camándula
siempre son la compañía inseparable,
mi único tesoro.

Gracias, Señora Santa Ana,
porque la vida tiene sombras
pero es mayor la luz de tu protección.
¡Gracias por tanta alegría y,
al final de esta vida, felices tú y yo!

NOTA DE LA AUTORA: Ana María, Niña Ana como le llamábamos, fue una ancianita que conocí con la Conferencia Juvenil Señora Santa Ana en las visitas a los pobres. Vivía en su humilde casa, su “champita” como la denominaba. En cada visita nos recordaba la razón de su primer nombre y el significado para ella.

Autora: Judith Melaine Guerra de Agreda
(SSVP El Salvador)

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