La vida de san Vicente de Paúl es un llamado constante a la conversión y a tener fe en el proceso personal al cual Dios nos ha invitado a trabajar. Es ver la plenitud de la vocación como un camino constante más que una estación de llegada. Es saberse interpelado por Dios, en cada paso, para siempre ir en la dirección correcta. Es buscar a Jesús en medio de la muchedumbre o como hizo San Vicente, buscarlo en medio de los pobres.
La conversión es ir afinando la mirada para buscar a través de Cristo; implica transformar en mí lo que pueda permitir entregarle más al otro. El camino de la perfección humana no es un ejercicio egoísta desde el punto de vista cristiano. Al contrario, como enseña san Vicente: “para tender a la perfección, hay que revestirse del Espíritu de Cristo”
¿Y que implica revestirse del Espíritu de Cristo?
Implica darse a los más pobres, a los necesitados, incomprendidos, marginados, a los descartados por la sociedad; incluso a los descartados por quienes, como Iglesia y más aún como vicentinos, debemos tener mayor veneración, espíritu de docilidad y actitud de servicio incondicional.
El carisma vicentino sigue tan vigente como disruptivo. La opción por los más pobres sigue generando escándalo desde hace más de 2 mil años, pero aún no termina de entenderse y concretarse como un camino común, necesario y urgente para la humanidad.
Es imperativo que, como vicentinos, vivamos nuestros procesos personales de conversión en una acción constante por impactar al pueblo de Dios. Romper los esquemas de una falsa religiosidad, que impidan hablar “de oveja a oveja”; entendiendo la necesidad de nuestros hermanos y encarnando en nosotros el dolor que causa no llevar una vida digna; resultará siempre una experiencia imprescindible, desde la experiencia de la condición humana actual y antes los ojos de Dios.
El hermoso ciclo de la experiencia de fe es: la conversión nos lleva al servicio de los más pobres y servir a los más pobres nos llevan a la conversión.
Es ese el camino de la perfección y es esa la apuesta máxima por construir el reino de Dios en nuestra época.
Ahora es tu turno: ¿Cómo vives tu proceso de conversión? ¿Lo haces a “alma” cerrada o has abierto la puerta a una entrega plena a favor de los demás? ¿Cuál es tu mayor reto para servir? ¿En que te ha ayudado el carisma vicentino a tu conversión?
Álvaro Vergara, desde Panamá,
confraternidad vicentina de Escritores y Periodistas.
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