¿Cómo podríamos entender el crecimiento espiritual desde la Familia Vicentina? El crecimiento espiritual consiste en esa lucha constante de perfección, durante toda la vida; es la perseverancia y fidelidad al llamado de Dios cada día. Es en nuestro lenguaje Vicentino: el llamamiento a la plenitud que recibimos continuamente de la Divina Providencia.
El camino a seguir en nuestra vida comienza con una decisión. Realidad que la mayoría de las veces implica riesgos; renuncias a situaciones; renuncias a personas que no nos convienen; e incluso, cambio de planes. Es por ello que muchas personas prefieren irse por lo más vanal; o buscan la solución más fácil para resolver sus problemas. Sin embargo, en muchas ocasiones: ¡eso no funciona!
Cuando una persona toma la decisión de dejarse guiar por Jesucristo; cuando le permitimos a Dios ser nuestro Dios; y dejamos que el Espíritu Santo nos guíe y ayude a tomar decisiones, previo a un discernimiento; nuestra vida cambia para bien, encontramos paz y seguridad. Nuestra espiritualidad Vicentina comienza a desarrollarse, en plenitud, y se da una conexión de espíritu a espíritu, es decir, la unión entre mi espíritu y el Espíritu Santo. Por lo tanto, si pensamos antes de actuar; y nos preguntamos si eso que vamos a hacer será del agrado de Jesucristo, entonces estaremos actuando en fidelidad al llamamiento del Señor desde el Carisma Vicentino: ¿Qué haría Dios en mi lugar? En la respuesta a esa pregunta, que S. Vicente solía hacerse frecuentemente, encontraremos la fuente generadora de testimonio creyente, que nos mantendrá firmes en la presencia de Dios; y ofreciéndonos a El, desde nuestro diario peregrinar.
La vida espiritual se construye paso a paso. Es un compromiso creyente que se vive desde un proyecto de vida cristiano. Su mayor expresión y vitalidad se verá reflejada, sin duda alguna, en las actitudes de pasión, entrega, y amor por lo que hacemos… sin obviar que, de hecho, debemos estar dispuestos a la aceptación de los sufrimientos adyacentes a cualquier testimonio de Amor, que se pretenda vivir, en la perspectiva de entrega generosa a favor de los más desfavorecidos.
El Señor nos invita a purificarnos y a comprometernos a través del seguimiento fiel a Jesús, desde el Carisma Vicentino: una vida plena en Cristo y María Santísima, desde el clamor acuciante de sus predilectos: los empobrecidos.
El crecimiento Espiritual, nos invita a: orar con Jesucristo; a dejarlo que hable; a abrir nuestra mente y corazón; y dejar que nos hable, que nos interpele interiormente ¿Qué quiere Dios de nosotros? Debemos pedir las luces del Espíritu Santo; saber confiar en el Padre amoroso; e imitar a María en su testimonio y compromiso creyente, al pie de la Cruz.
La mayoría de los tratados de Vida Espiritual, nos presentan 3 etapas de crecimiento:
–La purificación, la Iluminación y la Unión.
La primera condición del amor consiste en no ofender a Dios, y con ello crecer en amistad con Dios. Hay medios que nos pueden ayudar, entre los cuales podemos mencionar: confesión frecuente, retiros espirituales, la Eucaristía diaria, etc. Voy a poner un pequeño ejemplo: Cuando un agricultor quiere sembrar, lo primero que hace es preparar el terreno. Tenemos que erradicar el pecado mortal, como estado habitual. Es decir, debemos habituarnos, sin escrúpulo alguno, a cortar de raíz aquello que me hace daño a mí y a los demás; superando con ello todo lo que nos pueda apartar del Amor de Dios. Dice San Pablo: ¿De qué le sirve a un hombre ganar todo en la vida si pierde su alma?
El Crecimiento Espiritual se da cuando hacemos esfuerzos por observar los Mandamientos y las Bienaventuranzas. La purificación es una lucha que nos acerca al Evangelio. Hermanos estemos vigilantes para descubrir las tentaciones que el enemigo, de una forma muy sutil, suele poner en nuestro camino. La purificación se fundamenta en la humildad, toma de conciencia de mi pequeñez y de la grandeza de Dios.
La Iluminación, consiste en pedir siempre las luces al Espíritu Santo y la Unión fraterna entre los hermanos. Debemos vivir, nuestro día a día, alimentando nuestra espiritualidad; actuando con fe; con oración y abandonándonos a la voluntad de Dios. Es así como podemos encontrar la plenitud en una vida cristiana.
La unidad, es el resultado de todo lo anterior. En otras palabras, cuando somos capaces de purificarnos (conversión continua) y dejarnos conducir e iluminar por la Voluntad de Dios (2do. Paso del pequeño método de SV), la unidad no solo florece, sino también se fortalece y produce sus frutos… como amigos (as) que se quieren bien (SV).
Que la oportunidad de formar parte de nuestra Familia Vicentina, entendiendo la misma como un VERDADERO MOVIMIENTO SOCIAL, nos haga capaces de vivir la profundidad de nuestra experiencia creyente con madurez y plenitud humana. Incluso yendo más allá de nuestras propias realidades, etiquetas o barreras; siendo capaces de encender el fuego de su Amor, como quien correo a apagar el fuego (SV).
Más de 160 ramas, y más de 5 millones de Vicentinos no pueden pasar inadvertidos desde la madurez de nuestro compromiso creyente. Ánimo y que el Señor y la Medalla Milagrosa nos sigan colmando con su Paz y Bendición.
Por: Sor Ana Milagro Flores y Jeannine Palacios
Confraternidad de Psicólogos Vicentinos
El gran Señor es muy sabio y sabe hacia donde conduce a su pueblo redimido en su amor, dejémonos empapar de su Espíritu Santo y que nos lleve a una vida más santificada , el pueblo de Dios. Renunciando a todo mal que daña el alma y corrompe la carne . Dios sea con nosotros.
Excelente articulo!