“Mantengámonos firmes en la esperanza”
Heb 10, 19-25; Sal 23; Mc 4, 21-25.
Qué hermosa y oportuna recomendación nos hace San Pablo: ser firmes, ser fieles y no claudicar.
Recibimos el gran regalo del Bautismo que nos hizo hijos de Dios y miembros de la Iglesia de Jesús, pero es frecuente que no seamos conscientes de ello, que no valoremos la gracia de ser católicos.
Algunos vamos a la misa dominical por tradición familiar, por el catecismo que aprendimos, por el entorno social donde nos desarrollamos o por la costumbre de haberlo hecho por años. Pero no nos interesamos de otras cosas, como participar en grupos de caridad, o de liturgia, o buscar crecer espiritualmente mediante lecturas, cursos para conocer la Biblia, teología para laicos, etc.
Lo más grave de todo es no estar integrados a la comunidad parroquial, ser personas o familias aisladas, practicantes de una religión que decimos “es nuestra”, pero sin ser parte del todo, de la Iglesia.
San Pablo dice:“Él es también cabeza del cuerpo que es la Iglesia”(Col 1, 18). Por tanto, al no estar integrados a su comunidad, no nos integramos al mismo Jesús.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Hna. María Gloria Laguna de San José
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