“¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!”
Heb 10, 11-18; Sal 109; Mc 4, 1-20.
El Evangelio de hoy presenta una de las parábolas más conocidas de Jesús, la del Sembrador. Además, el mismo Maestro la explica a sus discípulos, o sea a nosotros: la semilla sembrada es su palabra, la Buena
Nueva comunicada en los evangelios. Nosotros, los que la escuchamos, somos la tierra que recibe la semilla y, de acuerdo a nuestra actitud, serán los frutos que demos.
Pero hay algunas instrucciones que a lo mejor no son tan claras: “Quién tenga oídos para oír, que oiga”
¿Qué quiere decirnos? Pues que, efectivamente tenemos oídos, pero es frecuente que oigamos sin entender, sin reflexionar, sin asimilar lo que nos dicen. Y luego dice: “por más que miran, no ven”, o sea que tampoco llegamos interpretar bien lo que se presenta ante nuestros ojos.
¿Sordos y ciegos? ¿Alejados de la realidad? ¿Cómo lo solucionamos? Nuevamente Jesús nos enseña el camino: “…a no ser que se conviertan y que Dios los perdone”.
Nos da la receta y nos surte la medicina: escuchar su palabra, sin soltar su mano y obtener su perdón. Tener una conversión hacia Él y ser sembradores de su verdad, para que también nosotros demos frutos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Hna. María Gloria Laguna de San José
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