Te cuento que tengo frío, pero muchos no lo saben. Hace tiempo mi cama es cemento o banca y mis ropas son parte de mi cuerpo. Ya creo que estoy desnudo.

Te cuento que tengo hambre, pero muchos no lo saben. Rasguño las bolsas, golpeo las puertas y extiendo una mano. ¡Qué rápido va el mundo y cae muy poco para mí!

Te cuento que tengo sed, pero muchos no lo saben. Quiero mis labios abrir pero el polvo me lo impide. Atesoro una botella y en ella guardo el oro.

Te cuento Señor lo que muchos no saben: que me parezco a ti… Eso sí lo sabes.

Cuéntame una cosa mi buen Dios: ¿Cuándo vendrás por mí? Mi familia ya está lejos, no lo sé.

¡Qué frías son las calles y el hambre y la sed me acompañan con mis perros!

Quiero un pan, una sopa, quiero un té. No aspiro a mucho en esta noche. Aún tú no me faltas… Y, por eso, aún sonrío.

Mi rey, mi Señor, mi corazón y mi albergue. Cuánto nos parecemos con tanta piel rota por estas noches frías no solo por los hielos sino por tantos que vuelan sin verme.

Te extiendo mi pobreza de rodillas y en silencio. ¡Qué triste es mendigar!

Dile a las personas que también soy tu hijo, porque creo que te aman. Diles que tengo frío durante el día, por tan poca caridad.

P. Pablo González Sandoval C.M
Chile

NOTA DEL AUTOR: Este poema lo escribí pensando en aquellos mendigos que conocí cuando niño en el centro de Santiago.  Fue una experiencia que me sensibilizó mucho hacia la gente que vive en la miseria.

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1 comentario

  1. Gerardo Herrera

    Cuanta verdad, muchas veces ignoramos a las personas en situación de calle, por la rapidez que vivimos la vida.

    Responder

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