“Vayan por todo el mundo y proclamen el Evangelio”
Hech 22, 3-16; Sal 116; Mc 16, 15-18.
¿Cuál es la misión de un católico? ¿Cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios? ¿Ir a misa? ¿Confesarse, comulgar? ¿Amar al prójimo?
Sí, todo eso y otras cosas más. Pero el evangelio de hoy nos recuerda una misión muy importante que nos dio Jesús: proclamar el Evangelio por todo el mundo, a todos los hombres. Pudiéramos pensar: “Es una instrucción para los doce apóstoles”. Pero, ¡cuidado!, se los dijo a ellos, pero es un mensaje para cada uno de los que nos consideramos sus discípulos.
Miremos a San Pablo: formado celosamente en las costumbres y prácticas del judaísmo fue perseguidor de los primeros cristianos, pero, él mismo lo narra, tuvo un encuentro luminoso que cambió su vida, que lo hizo interesarse en conocer más, hasta que entendió su nueva realidad: había sido llamado por Jesús a ser apóstol. Y se convirtió en el más apasionado de todos.
¿Y nosotros? ¿Hemos vivido una verdadera conversión que nos impulse a acoger firmemente a Jesús y su palabra? ¿Cumplimos la tarea de proclamar su Evangelio?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Hna. María Gloria Laguna de San José
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