“A vino nuevo, odres nuevos”
Heb 5, 1-10; Sal 109; Mc 2, 18-22.
Una vez más Jesús escandaliza a los fariseos con sus actos y los de sus discípulos.
Los fariseos cumplen con las prácticas y costumbres religiosas como autómatas, rutinariamente. Las hacen sin una entrega real y así, no sirven de nada. El profeta nos ha dicho: “Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí y el culto que me rinden es puro precepto humano, simple rutina” (Isaías 29, 13).
El vino nuevo que ofrece Jesús en su doctrina es: amor, justicia, fraternidad, solidaridad, honestidad, sinceridad. Este es el vino nuevo que predicó y vivió. Y nos pide un cambio de mente y corazón, de actitudes y forma de vivir. Ese cambio no puede contenerse en los odres viejos del egoísmo, la mentira, la injusticia, la hipocresía, la desconfianza, el estilo de vida insolidario e individualista. Debe darse con un deseo de querer hacer las cosas de otra manera, lejos de costumbres y tradiciones obsoletas.
Jesús comenzó su predicación invitando a cada uno a la conversión y lo sigue haciendo constante y permanentemente.
Pidamos que nuestro Señor nos permita tener ese cambio de ida, para vivir nuestra fe como debe ser.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Hna. María Gloria Laguna de San José
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