“Nadie puede tomarse algo para sí, si no se lo dan desde el cielo”
1 Jn 5, 14-21; Sal 149; Jn 3, 22-30.
¡Qué gran lección nos da Juan el Bautista! Ya tenía tiempo ejerciendo su misión: preparar el camino del Mesías que estaba llegando. Tuvo muchos seguidores, varios de los cuales encaminó hacia Jesús cuando éste empezó su predicación.
Era tan reconocida su labor, que hasta el Rey Herodes había oído de él y tenía curiosidad de conocerlo. Pero Juan siempre estuvo consciente de quién era, de cuál era su papel, y de que llegaría el momento de que su labor empezara a apagarse para que refulgiese la del Salvador.
Así pasa en nuestras vidas. Tenemos una misión y esa es la que hay que cumplir con la mayor dedicación. No invadir lo que corresponde a otros. Y mucho menos limitarlos en su misión, ya sea en nuestra familia, en nuestro trabajo, con nuestros amigos y, muy especialmente, en nuestra Iglesia.
Pidamos a nuestro Dios que nos permita no estorbar, brindar ayuda cuando nos lo pidan, pero sin buscar protagonismos, sin querer estar siempre en la primera fila.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Hna. María Gloria Laguna de San José
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