“¡Ánimo! Soy yo. No teman”
1 Jn 4, 11-18, Sal 71; Mc 6, 45-52.
El Evangelio de hoy narra lo que pasó después de que Jesús dio de comer a una multitud. Mandó a sus discípulos que se adelantaran en la barca hacia la otra orilla del lago mientras Él despedía a la gente. Luego se fue a la montaña a orar.
Los evangelios muestran constantemente esa actitud de Jesús: la oración, el quedarse a solas para conversar con el Padre. Descargar toda su presión, toda su frustración por lo difícil que era convencer a sus discípulos y al pueblo en general sobre lo esencial de su misión: que aceptaran el Reino de Dios que estaba llegando. Y la oración le permitía renovar fuerzas para continuar su predicación.
Después va al encuentro de los discípulos quienes, en la barca, no podían avanzar por los vientos contrarios. Se asustan al verlo caminar sobre las aguas pensando que era un fantasma y Jesús los calma al decirles: “No teman, ¡Soy yo!” (así habló Yahvé a Moisés desde la zarza ardiendo en el Monte Horeb: “¡Soy yo!”).
Al subir Jesús a la barca, el viento se calmó.
¿Y nosotros?, ante vientos contrarios que no dejan avanzar, ante problemas y preocupaciones, ¿dejaremos que Jesús suba a nuestra barca, que nos acompañe en nuestra vida?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Hna. María Gloria Laguna de San José
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