El año 2020 fue un año sorprendente. Triste y desafiante, duro e iluminador. Al comenzar el nuevo año no podemos más que ponernos en las manos misericordiosas de la Divina Providencia y caminar con fe, confianza, y esperanza. Te proponemos realizar un acto especial para ponerte en las manos amorosas del Padre al inicio de este año. Si puedes hacerlo en familia, mucho mejor. Enciende una vela si es posible y ponte delante de Dios.

–¿Qué traerá el año que comienza? ¡Lo que Tú quieras, Señor! Solo te pido fe para mirarte en todo, esperanza para no desfallecer y caridad en todo lo que haga. Dame paciencia y humildad. Que pueda yo amarte cada vez más y hacerte amar por los que me rodean. ¡Que siempre tenga el corazón alerta, el oído atento y las manos dispuestas para dar!

–Derrama, Señor, tus gracias sobre todos mis seres queridos y sobre todo el mundo, al que colmas con tu bondad inmensa. Todos hemos vivido un año muy difícil. Algunos han perdido a alguien cercano, otros, su trabajo. Hemos vivido con dolor, incertidumbre y angustia, pero tú, Padre amoroso, velas por todos y estás por encima de todo.

–Tú sabes lo que más necesitaré en este año que inicia. Me abandono a tu misericordia, a tu providencia. Que sea lo que tú dispongas, Señor.

–Aumenta mi fe, que sea capaz de descubrir tu presencia a mi lado. No permitas que nada me separe de ti. Dame fortaleza y perseverancia en las pruebas, dame confianza plena en tu amor y esperanza en tus promesas; ayúdame cada día a recordar que nunca sucederá nada que Tú y yo juntos, no podamos superar.

–Líbrame del virus de la indiferencia. Hazme sensible a las necesidades de los demás. Ayúdame a no ser mezquino ni desperdiciado con mi tiempo, con mis dones. Enséñame a darme a los demás, a comprender que sólo vale la pena lo que se hace por el prójimo. Enséñame a salir de mí mismo para ir al encuentro de mis hermanos, sin prejuicios, sino como Tú, con la mano extendida y el corazón abierto. Enséñame a amar como Tú.

–Quiero descubrirte en cada día de este año que empieza y ayudar a que otros te descubran también. Señor, que mis pasos vayan confiados y serenos, sabiendo que tú vas conmigo. Amén.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
(Tomado en parte de: Misioneros Oblatos)