“Quien permanece en Cristo vive como Él”
1 Jn 3, 12-17; Sal 95; Lc 2, 22-35.
Tanto San Juan como San Lucas insisten en la unidad que hay entre conocer, vivir y amar. Conocer a Dios es vivir conforme a su Palabra y vivir conforme al estilo de Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne; es reconocerse amado, perdonado y acompañado por Dios, para amar, perdonar y acompañar a otros en nombre de Dios. Quienes viven así conocen verdaderamente a Dios.
Esto es lo que se encuentran María y José al llevar al niño Jesús para presentarlo en el Templo de Jerusalén. Un anciano con el rostro emocionado se les acerca, sin que nadie más haya notado lo que a él le tiene tan maravillado: ese niño que esta humilde y joven pareja trae para ser presentado a Dios. Ese niño es “la luz que alumbra a todas las naciones y gloria de su pueblo, Israel”, es “el Salvador del mundo”, su vida ha tenido sentido sólo para poder presenciar este momento y compartirlo a los demás, pues este niño permitirá que todo vuelva al plan original de Dios, que cada persona sea expresión del amor de Dios.
Pidamos, también, que nuestra vida adquiera un sentido profundo en nuestro encuentro con el Señor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Erick Fernando Martínez Benavides C.M.
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