“El ejército glorioso de los mártires te aclama”
1 Jn 1, 5-2, 2; Sal 123; Mt 2, 13-18.
Herodes el grande, rey poderoso de Galilea y Judea, servidor del Imperio Romano, ha quedado totalmente asustado ante la visita inesperada de los sabios de oriente.
¿Cómo que ha nacido un rey? ¡Pero si yo soy el rey!
El que el rey Herodes tuviera la mente y el corazón tan cerrados que su proyecto de vida sólo alcanzara para pensar en sí mismo y en los suyos (que en el fondo es pensar sólo en sí mismo), fue causa para mandar matar a tantos inocentes, sin mayor repercusión en su conciencia.
Los sabios de oriente no alcanzaron a darse cuenta de las terribles consecuencias de su despiste al llegar, equivocadamente, a buscar al Salvador y Mesías que acababa de nacer al palacio de Herodes. A veces nos pasa así, por no discernir adecuadamente metemos en problemas a otros y en ocasiones nosotros simplemente cortamos vuelta y nos desentendemos. Hoy pidamos al Señor nos permita hacernos más sensibles y más solidarios con aquellos que sufren debido a la falta de discernimiento de quienes están a cargo de las grandes decisiones sociales.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Erick Fernando Martínez Benavides C.M.
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