“Bendito el que viene en nombre del Señor”
Is 41, 13-20; Sal 144; Mt 11, 11-15.
Los relatos del Evangelio presentan a Jesús conviviendo con niños, mujeres, pobres, enfermos, pecadores e incluso algunas veces hasta con extranjeros. No es que estas personas sean “buenas” en sí mismas; de hecho, en su contexto, eran las personas que, en general, la sociedad consideraba sin valor y, por tanto, discriminaba.
En todos los tiempos y culturas hay personas que consideramos más valiosas que otras, o con quienes nos conviene tratar más, pero Jesucristo nos insiste: Haz un esfuerzo sincero por reconocer el paso de Dios en cualquier tipo de persona; por más insignificante que parezca, trátala como si fuera Yo y aprende de ella, y deja, a su vez, que esa persona reciba en tu trato, el aprecio que Yo le he querido brindar.
Esto no es tan simple como parece, porque requiere saber consolar lo que puede estar lastimado y, al mismo tiempo, saber denunciar lo que puede estar corrompido, sin confundir una actitud con la otra.
Pidamos al Señor nos permita querer comprender a los demás, para poder ser pacientes con ellos y podamos recibir, a su vez, el trato correspondiente.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Erick Fernando Martínez Benavides C.M.
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