“¿Quién será grato a tus ojos, Señor?”
Apoc 3, 1-6. 14-22; Sal 14; Lc 19, 1-10.
La lectura del libro del Apocalipsis nos recuerda que, cuando el cristiano deja de ser “testigo vivo de la presencia de Cristo”, corre el grave peligro de acomodarse, ser solo parte de un grupo religioso, pero no de los testigos de Cristo. Esto lo puede llevar a desaparecer y morir.
La superficialidad, la rutina o la costumbre, le quitan el encanto y el alma a lo que hacemos, nos hacen perder la capacidad de asombro al escuchar el evangelio de Jesús. Si nuestra ropa se manchó, necesitamos blanquearla, revestirnos de Cristo, como lo hizo Zaqueo en el encuentro que tuvo con Jesús.
Zaqueo, siendo publicano y pecador, tenía el deseo de “ver a Jesús” y fue fiel hasta conseguirlo; no le importaron los prejuicios ni el “qué dirá la gente”. Su meta era clara: ver a Jesús. Tampoco se rindió ante los obstáculos que le impedían cumplir su deseo (ser bajito de estatura), por el contrario, utilizó la inteligencia que Dios le dio para conseguir su objetivo. Estando arriba del árbol, ve a Jesús y se queda muy sorprendido, porque ahora es Jesús quien lo mira a él, y entra no solo a la casa de Zaqueo, sino a su corazón, para darle un nuevo sentido y rumbo a su vida.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Jesús Arzate Macías C.M.
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