“Dichosos los que temen al Señor”
3 Jn 5-8; Sal 111; Lc 18, 1-8.
En ocasiones me puedo preguntar: ¿Hasta dónde y hasta cuándo debo ayudar a los demás? Para responder acertadamente a esta pregunta, necesito dirigir mi mirada a la acción de Jesucristo y aprender de Él. Vemos a Jesús haciendo el bien en todo lugar y momento, no se cansa ni deja pasar la oportunidad de hacer algo por el que lo necesita y, de manera particular, por los más maltratados, los empobrecidos.
Leyendo el evangelio de hoy puedo preguntar: ¿por qué Jesús no actúa como el juez que se burla de las personas? Porque Jesús nunca engaña, siempre hace el bien a toda persona, su deseo es “cumplir la voluntad del Padre”, por eso está en constante comunicación con su Padre, en una oración continua. La oración refresca y fortalece el amor permanente de la acción de Jesús y es el motor para cumplir la voluntad de su Padre.
Mirando a Jesús y aprendiendo de su acción, entiendo que, para comportarme como verdadero cristiano, como dice la primera lectura, y hacer siempre el bien a todos, necesito mantenerme en constate oración. La oración me mantendrá activo en el amor que Cristo derramó sobre nosotros.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Jesús Arzate Macías C.M.
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