“Un río alegra a la ciudad de Dios”

1 Cor 3, 9-11. 16-17; Sal 45; Jn 2, 13-22.

Hoy celebramos la fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán. Esta basílica es la Catedral del Papa en Roma y la más antigua de todas las basílicas de la Iglesia Católica; es la “madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad y del mundo”. Se consagró el 9 de noviembre del 324. Celebrar esta fiesta de la basílica de Letrán nos recuerda el nuevo sentido y la importancia que Jesús le da al “Templo”. Primero, nos dice en el evangelio de hoy que Él es el “nuevo templo”, que en Él habita Dios y es la base y cimiento del templo vivo, que somos todos los que creemos y seguimos a nuestro Señor Jesucristo.

Tener conciencia de que yo soy “templo vivo de Dios” es comprender y entender que Cristo habita en mí, que llevo en la fragilidad de mi persona la presencia viva del Hijo de Dios, su luz y su fuerza que me hacen testigo de la unidad y de su amor. Siempre que me encuentro con mi prójimo, tengo la oportunidad de celebrar con mis acciones la presencia viva del amor de Dios.

Solo se profana el templo de piedra cuando el templo vivo de Dios, que somos nosotros, nos olvidamos del cimiento que nos sostiene y nos hace crecer, Jesucristo el Señor.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Jesús Arzate Macías C.M.