“Señor, mi alma tiene sed de ti”
Sab 6, 12-16; Sal 62; 1 Tes 4, 13-18; Mt 25, 1-13.
La vida tiene sus momentos altos y sus momentos bajos, nadie sabe lo que le va ocurrir mañana o después de mañana. Esta realidad no puede sumergirnos en el miedo ni en la desesperación, por ello, la
Palabra de Dios de este domingo nos invita a estar siempre preparados para responder favorablemente a cada una de las situaciones que nos presenta la vida.
¿Cómo podemos estar preparados? Para estar preparados, necesitamos estar vigilantes, atentos a los pasos que damos en la vida, a buscar el aceite que alimenta y mantiene encendida la luz de la lámpara, la luz de la fe, de la esperanza, del amor. Todo esto es la sabiduría que recibimos de Cristo resucitado para que cada uno de nosotros estemos vigilantes y actuemos con la sabiduría de Dios en cada circunstancia de la vida, sin desesperarnos. Así, juntos preparamos las bodas del Señor con la humanidad.
Por eso, para que no nos gane el sueño, ni nos desesperemos porque el tiempo se alarga, es siempre muy importante tener hambre de Dios: “Señor, mi alma tiene sed de ti”. Es la sed que nos mantiene esperando la llegada del Esposo para vivir la vida como una fiesta.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Jesús Arzate Macías C.M.
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