“¡Jerusalén, que matas a los profetas!”
Ef 6, 10-20; Sal 143; Lc 13, 31-35.
Jesús es un profeta valiente. No es temerario ni fanfarrón ni inconsciente, pero sí firme y claro en su objetivo y en la misión que el Padre le había encomendado.Y hará todo para cumplirla. Herodes te quiere matar, le dicen, ¡huye! “Díganle a ese zorro que seguiré mi camino”, fue su respuesta. Y siguió. Y vino la pasión y la muerte.
Pudo haber huido, esconderse, dejar de anunciar… sin embargo escoge permanecer, afrontar el riesgo, la humillación y el dolor que se vislumbran porque seguir adelante significa ser fiel al Padre y la fidelidad es la muestra del amor que predica.
Cuando nos encontramos en una situación que nos causa profunda angustia o dolor, ¿nos marchamos, asumiendo que ese dolor es signo de que este no es el lugar adecuado para nosotros? O, como Jesús, ¿aceptamos permanecer, diciéndonos a nosotros, a nuestros seres queridos y a nuestro Dios: “Seguiré mi camino hoy, mañana y pasado mañana”.
¿Qué nos pide la fidelidad al evangelio? ¿Qué estamos dispuestos a afrontar? No por temeridad inconsciente, sino por fidelidad al amor sin medida de Jesucristo, amor en el cual queremos vivir y caminar. Amor por el cual estamos dispuestos a morir… y por el cual habremos de resucitar.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Silviano Calderón Soltero CM
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