Nos acercamos hoy a alguien que, sin duda, es un ejemplo por la fidelidad a su vocación a lo largo de tantos años y por la alegría con que siempre la vive, alegría que comparte generosamente con todos aquellos que le rodean. Él llegó a Honduras en el año 1990, por lo que ahora está cumpliendo 30 años de presencia ininterrumpida en la misión. Pero mejor dejemos que nos lo cuente él mismo.
1- Padre Javier, ¿cuándo sintió la llamada de la vocación? ¿Cuáles fueron sus primeros pasos?
Sentí mi vocación tan natural como la aurora en un día de primavera. Todo eso de “la otra vida, otro mundo”, Dios, el cielo eran tan naturales para mí como la mismísima respiración. Estaba en el ambiente; era el tono natural del pueblecito y lo mismo ambiente regía dentro de la familia: tíos, tías religiosos…. (un tío de mi madre fue recientemente beatificado…). Sin apenas ningún conocimiento de lo que decía, desde muy pequeñito, anunciaba a todos mi marcha al seminario…
2- ¿Cuál fue su primera experiencia en una comunidad, después de ser ordenado?
En realidad mi primera comunidad fue Las Rehoyas, Canarias. Ya había vivido los dos primeros años de mi sacerdocio en Londres pero lo recuerdo como una prolongación del estudiantado. De Canarias conservo muy vivos y agradables recuerdos; primero el ambiente jovial, espontaneo y muy alegre de la comunidad; la misión era la enseñanza a aquellos jóvenes canarios del entonces seminario menor. Recuerdo el trato jovial, alegre y espontáneo con los jóvenes estudiantes. También me resultó muy positivo el trato pastoral frecuente con las distintas comunidades de Hijas de la Caridad de la islas.
3- Sabemos que estuvo bastantes años en Nueva York. ¿Cómo describiría esa etapa de su vida? ¿Cuál era su trabajo en esos años?
Un buen período de mi vida sacerdotal, 18 años, lo pasé en EE.UU. Fue igualmente enriquecedor. Mi labor se centraba en acompañar a migrantes de distintas culturas hispanas. Éramos conscientes del dolor de muchas familias destinadas, contra su voluntad, a vivir en ambientes extraños, nada familiares.
4- Cuando la provincia de Zaragoza de la Congregación de la Misión asume esta misión de Honduras, usted enseguida se ofreció para venir a la misión. ¿Qué fue lo que le motivó a pedir este destino?
Sí, es verdad; nunca creí que mi destino ideal, a pesar de sentirme muy cómodo, fuera permanecer mucho tiempo en EE.UU. Apenas vi la oportunidad de una puerta abierta en Honduras, me apunté al cambio sin dudarlo y con ilusión. Después de haber conocido a tanta gente desarraigada de sus propios países de origen, me animó la idea de conocer a la “madre de la criatura” (los países de origen de aquellas buenas gentes).
5- ¿Recuerda sus primeras impresiones cuando llegó a Honduras?
No supusieron ninguna sorpresa. Conocí en New York a muchos hispanos de Centro América y demás países latinos. La llegada a Honduras me confirmó en lo que siempre había imaginado.
Puedo decir que me sentí cómodo y en el ambiente soñado desde el primer momento.
6- ¿Cuál ha sido su mayor alegría en estos 30 años en la misión?
He tenido muchas alegrías. Espero que la mayor, mayor, esté por llegar.
Me sentí especialmente feliz cuando conseguimos en la comunidad los objetivos que nos propusimos al poco de llegar y conocer «nuestro mundo». No había en toda lo zona un Hogar para ancianos y nos propusimos crearlo. En las calles se veían muchos niños abandonados y nos decidimos hacer algo por ellos. Muchos jóvenes carecían de estudios y formación para un trabajo digno; entonces diseñamos la creación del Centro Federico Ozanam para formación y rehabilitación de jóvenes sin futuro. Se consiguieron ayudas para niños y jóvenes sin posibilidad de estudios.
Otros objetivos logrados, como la instalación de nuestra querida Radio Luz, también producen cierta satisfacción. En fin, son cosas que ilusionan verlas funcionando para servicio de la comunidad. La verdad es que otros muchos proyectos quedaron en el camino.
Pero, sin duda alguna, las satisfacciones más importantes no se pueden traducir en proyectos ni siquiera en obras exitosamente realizadas. Son las alegrías que nacen del contacto continuo, de «estar en el Reino» con sus protagonistas más señalados: los sencillos y humildes. Nada se compara con ese empeño diario.
7- Ha pasado muchos años fuera de su tierra natal, y sin embargo siempre se siente «orgullosamente de Irañeta (Navarra, España)». ¿Tiene el corazón partido? ¿Cómo hace para combinar esos dos amores, el amor a la misión y el amor a su tierra?
La tierra, la familia, los buenos amigos nunca se van, nunca son extraños. Los llevamos incorporados. Si se desea conocer a alguien en profundidad tendrá que ahondar hasta el «txoko» donde nació, seguramente. Por otra parte no es imposible «sumar» y digerir, sin perjuicio de nadie, las nuevas realidades. Irañeta y Nueva Suiza pueden entrar, sin problemas, en el mismo paquete….
8- Usted tiene la misma edad que el papa Francisco (se llevan un día de diferencia) y comparte nombre con él (Francisco Javier). Son muchas coincidencias. Me viene a la memoria una expresión de san Vicente de Paúl, cuando estuvo de párroco en Clichy: estaba tan feliz en su misión que afirmó ser más feliz que el mismo papa. Yo le pregunto; ¿se siente usted más feliz que el papa, en la misión?
No recuerdo el nombre o los nombres de los papas del tiempo de san Vicente, pero estoy seguro de que sería muy difícil superar al papa Francisco en felicidad y alegría.
Él conoce muy bien cuál es la causa de sus alegrías y que nadie, aunque se empeñe, se las puede arrebatar. Por eso, no puedo ser más feliz que el papa, como decía san Vicente, no tanto, tanto pero…. casi, casi como él….
9- ¿Qué le diría usted a un joven que se está preguntando por su vocación, y se siente atraído por la vida misionera?
Aunque a mí me ha resultado todo tan fácil, entiendo perfectamente bien que, para la mayoría, no es nada fácil. Intentaría hacerle ver con la mayor claridad posible las verdaderas razones para seguirle. Le diría que, aunque cueste mucho seguirle, merece la pena porque es lo más maravilloso.
Iván Juarros, C.M.
Fuente: http://pauleszaragoza.org/
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