“Den de lo que tienen y todo en ustedes será puro”
Gal 5, 1-6; Sal 118; Lc 11, 37-41.
Jesús fue invitado a comer a casa de un fariseo. Entró y se sentó a la mesa sin cumplir los ritos de purificación, lo que no fue bien visto por su anfitrión. Jesús se da cuenta del desconcierto y lo encara sin ninguna consideración: Ustedes, los fariseos, limpian y desinfectan las cosas y los cuerpos pero por fuera, no por dentro. Interiormente siguen llenos de “robos y malicia”, aún con todos los rituales cumplidos.
¡Qué desafiante es Jesús en toda su polémica con los fariseos! Contundente, firme, sin concesiones.
Aún hoy provoca resquemores su denuncia: El exterior de las cosas y los hombres se puede limpiar con lavados rituales, gel anti~bacterial y desinfectantes de toda especie, pero lo que importa delante de Dios es el interior, y ése sólo se puede purificar con misericordia y caridad, bondad y ternura haca los hermanos.
“Dichosos los limpios de corazón…” dicen las bienaventuranzas. Un corazón limpio es el que necesitamos para entrar en la vida nueva del reino.
¿Cómo limpiar el corazón? Educándolo en sensibilidad, compasión, tolerancia, perdón, humildad…
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Silviano Calderón Soltero CM
0 comentarios