“¡Alégrense! Sus nombres están escritos en el cielo”
Job 42, 1-3. 5-6; Sal 118; Lc 10, 17-24.
Los setenta y dos discípulos regresan entusiasmados de su primera misión. Le cuentan a Jesús sobre lo que vivieron: las conversiones a la propuesta del Reino, la alegría y esperanza que suscitaron en el pueblo sencillo. Están muy contentos y Jesús comparte su alegría, tanto, que en una especie de arrebato y “lleno con el júbilo del Espíritu Santo”, eleva una acción de gracias a su Padre, que muestra su amor a la gente sencilla y les da a conocer caminos de esperanza y de libertad por medio del Evangelio. Para los sencillos, los que están abiertos a la esperanza en medio de un mundo complejo y difícil, el horizonte luminoso del Reino aparece más claro que para los “sabios y entendidos”, para los cuales el horizonte tiene el color oscuro de su propio egoísmo, no vislumbran la humanidad fraterna y solidaria que está naciendo con Jesús, porque no la quieren, porque no la desean, porque no la buscan.
Para el hombre sencillo, que ha lavado su mirada en el agua clara del evangelio de Jesús, el futuro está cargado de esperanza, de ilusión y de utopía. Por eso construye el Reino y comienza a vivir de manera generosa, para dejar que el sueño se vaya haciendo realidad. ¡Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Silviano Calderón Soltero CM
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