Novena a san Vicente de Paúl 2020: Día 4

por | Sep 21, 2020 | Formación, Reflexiones | 0 Comentarios

Oración:

¡Oh Dios, Padre amoroso! Que por tu gran bondad nos has llamado a ser Evangelizadores de los pobres, siguiendo los caminos de tu Hijo amado Jesucristo, ayúdanos, con el ejemplo de San Vicente de Paúl, a ser diligentes y audaces ante las necesidades de nuestros hermanos, con un corazón sensible ante los sufrimientos. Concédenos, por tu Espíritu Santo, ser capaces de anunciar, practicar y testimoniar el Reino de Dios en todos los lugares del mundo, para que ninguna periferia se prive del anuncio gozoso de la Salvación.

Que al contemplar a tu Hijo hecho hombre, podamos pasar de la mesa de la Palabra y de la mesa de la Eucaristía a la mesa de los Pobres, para compartir con los demás el Pan de Vida. Danos la capacidad de ser hombres y mujeres que encarnemos una verdadera espiritualidad para responder a los desafíos de hoy, en medio de esta pandemia y sus consecuencias. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

Padre Nuestro…

Oración a la Virgen:

(De los escritos de san Vicente de Paúl)

Santísima Virgen María ayúdanos a estar dispuestos a practicar las máximas evangélicas, te pedimos que llenemos de ellas nuestro espíritu, llenemos nuestro corazón de su amor y vivamos en consecuencia. Por tu intercesión ya que, mejor que ningún otro, penetraste el sentido de esas enseñanzas y las practicaste. Para esperar que, al vernos aquí en camino de vivir según estas máximas, nos serán favorables en el tiempo y en la eternidad.

¡Oh, santísima Virgen, pide al Señor este favor, pídele una verdadera pureza para nosotros, para toda la familia vicentina! Esta es la súplica que te hacemos. Amén.

Dios te salve…. Gloria…

CUARTO DÍA
Las Hijas de la Caridad, misioneras entre los Pobres

Signo: Imágenes de varias Hijas de la Caridad a través del tiempo, recrear algunas de las actividades que ellas realizan en hospitales, asilos, colegios entre otros y la frase: “Siervas de los Pobres, amigas de Jesucristo”.

Canción: Vuestro claustro es la obediencia

Iluminación Bíblica: Lucas 10, 25-37

“Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿Qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Él le dijo: « ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.» Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.» Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: «Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Él dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Palabra del Señor.

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

“El amor afectivo es la ternura en el amor. Tenéis que amar a nuestro Señor con ternura y afecto, lo mismo que un niño que no puede separarse de su madre y que grita: «Mamá», apenas siente que se aleja. Del mismo modo, un corazón que ama a nuestro Señor no puede sufrir su ausencia y tiene que unirse con él por ese amor afectivo, que produce a su vez el amor efectivo. Porque no basta con el primero, hermanas mías; hay que tener los dos. Hay que pasar del amor afectivo al amor efectivo, que consiste en el ejercicio de obras de caridad, en el servicio a los pobres emprendido con alegría, con entusiasmo, con constancia y amor. Estas dos clases de amor son como la vida de una hermana de la Caridad, porque ser Hija de la Caridad es amar a nuestro Señor con ternura y constancia: con ternura, sintiéndose a gusto cuando se habla de Él, cuando se piensa en Él, y se llena toda de consuelo cuando se le ocurre pensar: « ¡Mi Señor me ha llamado para servirle en la persona de los pobres; qué felicidad!» (IX, 534).

Reflexión:

¡Qué felicidad! poder servir a Cristo en la persona de los más pobres -pobreza material y existencial-, utilizando una expresión muy común del Papa Francisco, para recordar las periferias existenciales que excluyen y engendran muerte. Hay felicidad, porque podemos ver, oír y hasta palpar lo que otros no pueden, no alcanzan a llegar, y esto lo logramos, únicamente por tener la Gracia de la fe; podemos trascender el encuentro con Jesús, el Cristo que contemplamos en el sagrario es el mismo que encontramos en los pobres, “Dejar a Dios por Dios” es vivir la mística contemplativa en la acción. Es esta una fe que humaniza y sensibiliza, haciéndonos “Vehículos de la ternura de Cristo” (Madre Susana Guillemin). Teniendo la capacidad de engendrar vida, de cuidar y proteger, en los niños, jóvenes, ancianos, familias, habitantes de calle, personas en situación de desplazamiento, enfermos, en fin, ninguna miseria nos es ajena.

Sanar las heridas de quienes se encuentran en nuestro camino es la mayor manifestación del amor afectivo y efectivo. Somos samaritanos que vamos de camino, viviendo la cultura del encuentro y del cuidado, percibiendo de forma sensible quién está caído, y por la fe reanimarlo; bajando de nuestros individualismos, autoritarismos, grandezas y aceleres, descendemos hacia lo más humano que nos devuelve la felicidad y nos hace Dios – nos hace Amor.

Preguntas:

  • ¿He experimentado la sanación en mi vida, para de manera muy libre tocar las heridas de los demás?
  • ¿Busco hacer efectivo el amor de Dios hacia la humanidad, desde un compromiso no sólo individual sino comunitario por proteger la vida?
  • ¿En verdad me siento muy feliz de haber sido llamado al servicio de Cristo en la persona de los pobres, logrando expresar en oración « ¡Mi Señor me ha llamado para servirle en la persona de los pobres; qué felicidad!»?

Gozos

“San Vicente de Paúl, enciende en nosotros el fuego de la caridad”

Fuego de la caridad, desde el campo a la ciudad,
como campesino o preceptor; de misionero a fundador.
La llama ardiente de tu celo, nos pone en la misión de quitar el velo
a los esclavos y a los afligidos, a quienes damos el Evangelio.

Tus hijos e hijas llevan con pasión tu heraldo,
en el firmamento luz ponderosa de tu amor nos guía
con la fuerza imperativa de amar sin miedo,
a quien sediento por la justicia corría.

En el horizonte nos invitas a fijar mirada,
amor efectivo reclaman los pobres;
que sea nuestra caridad inventiva y cimentada
para dar a Cristo en la tierra un mundo sin distinciones.

Padre de los pobres, predicador infatigable
del celo por las almas compártenos ejemplo;
para dar a los pobres testimonio fiable
que conduzcan al hombre a verdadero templo

¡El pueblo muere de hambre y se condena!
Urge llevar el pan con justicia,
que sólo por nuestro amor
los pobres nos perdonarán.

¡Oh Vicente de Paúl! Que no se halle en nosotros
un amor que sea subjetivo, ¡donativo debe ser!,
con el esfuerzo de nuestro brazos,
y en la frente el sudor, para dar a conocer al prójimo
el amor de nuestro Dios.

Misión y Caridad son las alas
que te llevaron al cielo,
a tu entrada, pobres y ricos te esperaban.
Gozosos tu hijos, mientras Cristo te coronaba
de laureles y santidad, padre y apóstol,
la Iglesia en ti se reflejaba.

Oración final al corazón de san Vicente de Paúl:

Oh Corazón de San Vicente que sacaste del Sagrado Corazón de Jesús, la caridad que tú derramaste sobre todas las miserias morales y físicas de su tiempo, alcánzanos de jamás dejar pasar a nuestro lado miseria alguna sin socorrerla.

Haz que nuestra caridad sea respetuosa, delicada, comprensiva, efectiva como fue la tuya. Pon en nuestros corazones una fe viva que nos haga descubrir a Cristo sufriente en nuestros hermanos desventurados.

Llénanos del celo ardiente, luminoso, generoso que jamás encuentre dificultad alguna en servirlos. Te lo pedimos, oh Corazón de Jesús por la intercesión de aquel, cuyo corazón no latía ni actuaba más que por impulso del tuyo. Amen

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