«No he encontrado en Israel una fe tan grande”
1 Cor 11, 17-26; Sal 39; Lc 7, 1-10.
Jesús expresa su admiración y concede el milagro que le ha pedido, al Centurión pagano que con humilde actitud y con fe profunda ha suplicado la curación de su sirviente: “Señor yo no soy digno de que a mi casa, basta con que digas una sola palabra y mi sirviente sanará”. ¡Cuánta confianza también! No hace falta que vayas, basta una palabra tuya…
¿Cómo es nuestra fe, cómo nuestra humildad, nuestra confianza en su amor y en su providencia?
¿Con qué actitud nos acercamos a Jesús para presentarle nuestras necesidades y las de nuestros hermanos?
En cada misa, antes de ir a comulgar, repetimos las del Centurión. Te invito a que llenemos de sentido estas palabras pronunciadas a veces sin sopesarlas. Podemos decirle a Jesús con la misma actitud del Centurión: Señor Tú me conoces, sabes qué necesito sanar. Tú me puedes transformar conforme a lo que esperas de mí; ¡Creo, pero aumenta mi fe!
¡Crea en mí un corazón humilde semejante al tuyo!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
María Mares Padilla HC
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