”Mujer, ¡qué grande es tu fe!”
Is 56, 1. 6-7; Sal 66; Rom 11; 13-15. 29-32; Mt 15, 21-28.
Lo lógico sería pensar que si soy cristiano, conozco a Cristo y confió en Él. Los judíos eran el pueblo elegido por Dios y los apóstoles escucharon a su maestro y presenciaron sus milagros; sin embargo, hace ocho días veíamos cómo Pedro, al sentir el viento en contra, duda y se hunde en las aguas. Jesús lo salva pero le reprocha su falta de fe.
Hoy el evangelio nos habla de una mujer cananea (no judía, no discípula) que demuestra tener más fe y confianza en Jesús que los más cercanos a Jesús.
Cualquiera que escuche este pasaje podría decir sobre el silencio, primero y después las palabras de Jesús: ¡Cómo es posible que se porte así, por eso perdemos nuestra fe o cambiamos de religión! Pero no es que Jesús no se haya compadecido de la mujer, sólo que a veces quiere ver si nuestros deseos son sinceros e importantes.
Hoy esta mujer nos enseña a tener fe, a confiar que, aún en el silencio, tarde o temprano, si lo que pido es para mi bien, Dios me lo concederá, pero tengo que ser persistente.
Gracias Jesús porque aun conociendo mis más secretos deseos y necesidades, eres tan respetuoso que te gusta escucharlos de mi boca.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Patricia de la Paz Rincón Limón
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