“Dios ama al que da con alegría”
2 Cor 9, 6-10; Sal 111; Jn 12, 24-26.
Una persona de éxito y por lo tanto feliz, según nuestro mundo, es aquella que tiene bienes, fama, poder; sin embargo, la lógica de Dios es diferente.
El que te creó, te regalo talentos que se multiplican en la medida que los ofreces a los demás.
¿De qué te sirve tener fortuna si no la puedes compartir con nadie? ¿De qué te sirve tener fama si al final de día estás sólo?
En el evangelio Jesús nos dice que sólo daremos fruto en la medida en que morimos. San Lorenzo, el santo que celebramos hoy, nos da ejemplo del dar la vida por amor a Cristo, pues muere quemado después de declarar que los tesoros de la iglesia eran los pobres y discapacitados.
¿Jesús me pide que hoy sea mártir…? ¡Sí! Tal vez no deba morir, pero sí ir entregando mi vida sirviendo a los demás, muriendo a mi egoísmo, a mi envidia, a mi comodidad. Y esta entrega debe ser con alegría y por amor, recordemos que no da el que tiene sino el que quiere dar.
Jesús, lléname de tu santo Espíritu para poner mi vida al servicio de los que están más cerca de mí y de esta manera florecer y ayudar a otros a que florezcan.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Patricia de la Paz Rincón Limón
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