“Dame la gracia de cumplir tu voluntad”
Jer 28, 1-17; Sal 118; Mt 14, 22-36.
Jeremías nos deja ver hoy que también hay falsos profetas que prefieren endulzar el oído en lugar de decir la verdad de Dios que salva.
Por eso es necesario acudir a la oración, como Jesús, para que sea Dios mismo el que nos instruya y sepamos distinguir entre lo falso y verdadero.
A veces de tanto oír al mundo y sus falsos profetas, nos vamos alejando de Jesús pero, para nuestra fortuna, Él toma la iniciativa y viene a nosotros en especial cuando el viento está en contra y a veces ni siquiera somos capaces de reconocerle. Y cuando él está cerca, llega la paz y nos sentimos capaces de cualquier cosa, de enfrentar cualquier problema, pero si distraemos nuestra vista de Jesús, el miedo se apodera de nosotros y la fe se tambalea. En ese momento basta un “¡Sálvame, Señor!” para que de inmediato extienda su mano y nos saque de las aguas que nos hunden. Esa mano que se extiende siempre, a veces no resulta ser la que esperábamos o cómo la esperábamos. Pero en cuanto Jesús sube a la barca con nosotros todo se calma.
¿Qué profeta soy yo para los demás?, ¿acudo a la oración para discernir o sólo para pedir?, ¿soy capaz de reconocer cómo Jesús se hace el encontradizo en mi vida, en especial en los momentos difíciles? Y cuando lo reconozco ¿humildemente me postre ante Él y motivo a otros a hacerlo?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Patricia de la Paz Rincón Limón
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