“Señor ¿qué no sembraste buena semilla?”
Sab 12,13. 16-19, sal 85, Rom 8, 26-27; Mt 13, 24-43.
Estos trabajadores del evangelio tienen unareacción muy humana: ¿De quién es la culpa de que haya salido la cizaña? ¡Tiene que haber un culpable y, por supuesto, no soy yo!
El ser humano voltea a buscar al culpable para castigarlo, vengarse o desquitar su coraje, cuando menos. Evitamos examinar de quién es la culpa o parte de ella. Y si no entendemos el porqué de la cizaña, entonces volteamos a ver a Dios. Recuerdo la canción de José Luis Perales:“Dime ¿por qué la gente no sonríe, por qué las armas en las manos, los niños maltratados, los viejos olvidados? ¡Dímelo, Dios, quiero saber!”Cuando, lo sabemos bien, casi siempre es consecuencia de las malas decisiones, del deseo de poder, la avaricia, el miedo, la violencia.
“El Hijo del hombre es el sembrador de la buena semilla”, aunque el trigo y la cizaña crecen juntos en nuestro corazón. Pero“al pecador le da tiempo para que se arrepienta.”(Sb 12, 19).
Cuando las cosas salgan mal, pidamos a Jesús que nos de la mano, para no dañarnos a nosotros mismos ni lastimar a nuestros hermanos. Dejemos que Jesús cure nuestras heridas. Perdonemos, para dejar crecer en nosotros“la buena semilla”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Carmen Elisa Arteaga Solís
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