“Y curó a todos los enfermos”
Miq 2, 1-5; Sal 9; Mt 12, 14-21.
“No romperá la caña cascada ni apagará la mecha que aún humea”. Jesús sigue curando a todos los enfermos hasta que sea el momento de su muerte, que ya está próximo. Él ya sabe que se acerca la hora pero, mientras tanto, aprovecha el tiempo para sanar a todos los que pueda. Esto es lo que hace la paciencia de Dios.
El padre Santiago Martín escribe:“El Señor ve lo positivo en cada uno de nosotros, aunque no deja de ver lo negativo. Nos ve, pero se da cuenta no solo de lo malo sino también de lo bueno, aun cuando nuestros resultados no sean buenos. Es la paciencia de Dios, lo cual nos da una gran esperanza: Dios se fija en mis esfuerzos, no solo en mis resultados.
Hay que hacer el esfuerzo. La santidad consiste en levantarte cada vez que caes. El Señor sabe que somos una caña cascada, y nos ama así como somos, pero nos pide que seamos mejores.
Confiemos en la misericordia de este Dios tan bueno y tan paciente. Podemos tener esperanza. Lucha y no te rindas”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Carmen Elisa Arteaga Solís
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