“Salió el sembrador a sembrar…”
Is 55, 10-11; Sal 64; Rom 8, 18-23; Mt 13, 1-23.
Jesús, hijo de Dios, salió del Padre y se hizo carne en la Virgen María para sembrar en los corazones de todos los hombres su palabra, que es la semilla que debe dar fruto.
Dice la parábola que el sembrador “iba arrojando la semilla”; es generoso, no busca el hueco de la tierra donde prácticamente está garantizado que la semilla crezca; la lanza en todas direcciones y en grandes cantidades. Esa es su manera de sembrar. Si fuera yo, no desperdiciaría la semilla, cuidaría que cayera solo en donde va a germinar y a dar fruto, pero Jesús es grande y generoso. En la Cruz dio la vida por todos, aunque lo rechacemos una y otra vez. No es tacaño, no es avaro, nos da todo.
Esa semilla, que es la palabra de Dios, hay que cuidarla y protegerla. Pienso: ¿No he sido “pájaro” que roba la Palabra en mis hermanos? Si me burlo de los que intentan cambiar de vida y no les creo; o doy mal ejemplo con chismes, con inmoralidad; o soy de las malas amistades que arrastran a otros a los vicios, estoy arrancando de ellos la semilla.
Madre mía, Reina de la sabiduría, ayúdame a profundizar más en la palabra de Dios, para conocerla y hacer tu voluntad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Carmen Elisa Arteaga Solís
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