La crisis del covid-19 ha dado lugar a muchos debates en todo el mundo, ya que las desigualdades en el ámbito de los derechos humanos a nivel mundial se han hecho aún más evidentes. En una serie de dos partes, destacamos informes en dos hemisferios diferentes que se centran en las mujeres en el mundo infectado por el covid.
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Segunda parte: La pandemia del covid-19 requiere medidas urgentes que tengan en cuenta las cuestiones de género para hacer frente a las crisis que se acumulan en las comunidades, afectadas tanto por el cambio climático como por otros conflictos
El 9 de junio de 2020, un nuevo informe de Nairobi y Nueva York («Género, Clima y Seguridad: Mantener una paz inclusiva en la primera línea del cambio climático») del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), ONU Mujeres, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Departamento de Asuntos Políticos y de Consolidación de la Paz de las Naciones Unidas (PNUDPA), revela la relación entre el género, el clima y la seguridad, y muestra que las mujeres que están en la primera línea de la acción climática están desempeñando un papel fundamental en la prevención de conflictos y la paz sostenible. A medida que los países son devastados por los efectos sociales y económicos de la pandemia covid-19, la desigualdad entre los géneros está moldeando la experiencia de la crisis, así como a las perspectivas de resiliencia y recuperación.
En las comunidades afectadas por los conflictos y el cambio climático, la pandemia agrava aún más los efectos en la seguridad alimentaria, el empleo, la estructura social y la seguridad. Esto puede socavar los logros en materia de desarrollo, intensificar la violencia y también perturbar los frágiles procesos de paz. Las mujeres y las niñas se enfrentan a cargas económicas desproporcionadas debido a diferentes tipos de marginación; las expectativas sobre el papel de la sociedad pueden llevar a los hombres y las mujeres a recurrir a la violencia cuando los medios de vida tradicionales fracasan; y los cambios en las pautas de migración pueden provocar importantes cambios socioeconómicos.
«El acceso desigual a la propiedad de la tierra, a los recursos financieros y al poder de decisión puede crear tensión económica para hogares enteros en tiempos de crisis, dejando a las mujeres desproporcionadamente expuestas a los riesgos de seguridad relacionados con el clima —dijo la Directora Ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen—. La crisis climática se extiende mucho más allá del clima, y abordarla de manera efectiva requiere respuestas que aborden los vínculos entre el género, el clima y la seguridad: debemos asegurarnos de que nadie se quede atrás».
Las investigaciones demuestran que, en el Chad, la violencia de género y las sociedades dominadas por los hombres limitan la capacidad de las comunidades para adaptarse a las crisis climáticas. En Sudán, la creciente escasez de tierras fértiles causada por las prolongadas sequías y la fluctuación de las precipitaciones están influenciadas por el aumento de los conflictos locales entre los agricultores y los grupos nómadas. Muchas personas —en su mayoría hombres— han emigrado de las aldeas locales en busca de medios de vida alternativos en grandes explotaciones agrícolas o en minas cercanas, lo que deja a las mujeres con mayores cargas económicas. Otros ejemplos ponen de relieve los riesgos de seguridad relacionados con el clima para las mujeres de las zonas urbanas, especialmente en los asentamientos informales. Las investigaciones realizadas en Pakistán y Sierra Leona sugieren que la escasez de agua, las olas de calor y los fenómenos meteorológicos extremos pueden crear nuevos riesgos de violencia de género y profundizar las desigualdades generalizadas.
El informe ilustra la urgente necesidad de adoptar medidas que tengan en cuenta las cuestiones de género para hacer frente a estas crisis vinculadas. Las intervenciones en torno a los recursos naturales, el medio ambiente y el cambio climático, por ejemplo, ofrecen importantes oportunidades para el liderazgo político y económico de las mujeres y refuerzan sus contribuciones a la paz. La programación sostenible en materia de recursos naturales también ofrece oportunidades para mitigar la violencia sexual y de género en los conflictos. El informe sostiene que reconocer que la paz y la seguridad, los derechos humanos y el desarrollo son interdependientes es un asunto vital para forjar un futuro mejor.
«El fortalecimiento del papel de la mujer en la gestión de los recursos naturales también crea oportunidades para que actúe como constructora de la paz y gestione los conflictos de manera no violenta», añade Oscar Fernández-Taranco, Subsecretario General de Apoyo a la Consolidación de la Paz.
La atención a las cuestiones de género también debería tenerse plenamente en cuenta en la elaboración de políticas y programas sobre los riesgos para la seguridad relacionados con el clima, no sólo para reforzar la conciencia y la comprensión de las vulnerabilidades particulares, sino también para poner de relieve las oportunidades de liderazgo e inclusión de las mujeres y los grupos marginados en los procesos de adopción de decisiones.
Es necesario invertir más en la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer en los Estados frágiles, lo que incluye las repercusiones en la movilidad humana, y especialmente en los sectores relacionados con los recursos naturales, donde ésta es particularmente baja.
«Reconstruir mejor con una perspectiva de género significa garantizar que nuestras economías posteriores al covid-19 aborden las desigualdades fundamentales de la sociedad y pongan fin a la violencia contra la mujer, dijo la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka—. Las mujeres son una fuerza poderosa para reconstruir las sociedades de manera más segura, desde el suministro de alimentos y refugio hasta la generación de ingresos vitales y el liderazgo de un cambio sostenible».
Natalie Boone es la representante de la ONG AIC en la ONU-NY.
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